viernes, 7 de enero de 2011

Recordando a Nietzsche

A menudo nos encontramos con alguien que ha tratado de conseguir algo de modo no ortodoxo. No es difícil encontrar gente así, e incluso abundan quienes han conseguido sus propósitos de ese modo. La vía fácil es muy tentadora, sin contar con que el poder corrompe. Si se le echa en cara a alguna de estas personas la circunstancia, su respuesta, casi con toda seguridad, será la siguiente:

- ¿Pero en qué mundo vives tú?

Como si no hubiera otro modo de hacer las cosas. Pero no hay ningún tratado que sostenga que hay que comportarse de modo incorrecto para lograr las cosas. Puede darse el caso de que alguien trate de justificar una maldad, pero lo hará tratando de demostrar que es un bien. Todas las teorías se hacen sobre la base de que aquello a lo que se refieren es algo bueno y necesario. Lo incorrecto, lo innoble, tiene, pues, los días contados de antemano. Todo aquello que se haga con la intención de que perdure en el tiempo ha de ser bueno.
El tiempo de los animales es circular, para ellos no existe el futuro; su vida consiste en repetir día tras día las mismas cosas. Los seres humanos, en cambio, tienen la potestad de plantearse metas a largo plazo, lo que hace que el tiempo sea recto, encaminado hacia un fin. Pero la vida suele tener unas exigencias que no todos están dispuestos a cumplir. De hecho, hay muchos que dicen:

- Yo llego hasta aquí; y no doy ni paso más.

Sin duda, temen dar ese paso más. Y establecida la raya hasta la cual llegan, esa es ya para ellos la divisoria entre el bien y el mal. Fácil es deducir entonces que para quienes adoptan esta actitud el tiempo se convierte en circular. Impedido el avance en línea recta a causa del límite auto impuesto, no queda más que la continua repetición. Quizá llegue el día en que no haya lugar más que para gentes intrépidas.

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