lunes, 27 de enero de 2014

Las cosas pequeñas

Mi amigo John me sugirió que escribiese sobre las cosas pequeñas, como he hecho alguna que otra vez. Hoy he estado con otro amigo, Vicente Navarro, que ha luchado como un auténtico campeón contra la enfermedad, y ya se ve en la foto el magnífico aspecto que tiene. Me he emocionado al escuchar el relato de su experiencia en la UCI, en donde estuvo unos cuantos días, hasta que logró salir vivito y coleando. Se aferró fuertemente a la vida, y comenta que ahora sabe valorar mejor los pequeños detalles.

Cada día hay que librar una batalla contra los monstruos como Polifemo, o quizá peores, de los que uno trata de huir, a veces sin éxito; o con Caribdis y Escila, entre los que hay que pasar, y no una vez como Ulises, sino cada día, y es muy difícil lograrlo sin daño; sin olvidar que por ahí anda Eris, muy difícil de evitar, es casi imposible el empeño; y en el fragor de tanta lucha, y de tanto intento inútil de escapada, suelen haber pequeños detalles que si se agarran bien y se gozan al máximo, calientan el alma y le dan fuerzas para seguir en la brega.
Tiempo atrás ayudé a resolver dos o tres pequeños problemas a una anciana, en distintos días. Esos problemas no tenían ninguna dificultad, pero la mujer ya era mayor y necesitaba que alguien le prestara un poco de atención para entender de qué se trataba cada cosa y poderla ayudar. En los últimos días de diciembre, cuando ya tenía solucionados todos esos asuntos, me dio un beso, de forma repentina e impremeditada, y me dijo: tú preferirías que te lo hubiera dado una chica joven. Pues no. Fue lo mejor que me ocurrió ese año, y me habían ocurrido muchas otras cosas buenas. Pero ese gesto me llegó al alma. Me llenó de satisfacción.
Vicente Navarro me ha hecho recordar hoy, con su afirmación de que ahora valora mejor las cosas pequeñas, ese instante que fue tan emotivo para mí.

5 comentarios:

Nacho Vega dijo...

Cada nuevo día es un regalo. Hay que aprovecharlo. Luchar por él. Pelear por seguir adelante. En esa lid vamos a dejarnos unos cuantos pelos en la gatera. Pero hay que pagar un precio por cada batalla ganada.

Y entre pelea y pelea, hay que disfrutar de los sencillos placeres que nos da la vida con cada nuevo amanecer.

Joana dijo...

Buenos días, las cosas pequeñas son las más grandes. Y los artículos donde te cuentan algo más que una historia, o que te dan un pequeño cachete para que no olvides que eres más fuerte de lo que crees, también.

Ayudar a los demás a superar sus batallas o, al menos, a cogerles de la mano de vez en cuando tiene su premio, en este caso fue un beso.

Inspirador, tierno y realista así es este artículo. Gracias.

María Dolores Baixauli dijo...

Si, Vicente esas pequeñas cosas que conforman el tejido y el texto de cada día. Que hacen toda una vida sin necesidad de grandilocuencias y más explicación. Me gusta mucho lo que dices y cómo lo dices.

Pepa Botella dijo...

Me ha recordado tu reflexión sobre las cosas pequeñas un relato breve de Alice Munro, "Puente flotante", porque refleja precisamente ese fijarse y disfrutar de lo pequeño, de lo chico, de lo aparentemente insignificante cuando una mujer frágil, muy enferma, casada, es besada en un momento de la historia por un desconocido y ese hecho inesperado se convierte para ella en un acontecimiento en sí mismo del que nunca había participado. Un simple beso en un momento determinado puede ser un mundo. Energía positiva me gustaría que le hicieras llegar a tu amigo de mi parte, hombre con suerte por tenerte también a su lado.
Un abrazo.

Merche Sartal dijo...

Y lástima de aquellos que no hayan sentido nunca ese calorcito en el alma...Que bien lo describes, Vicente.
Un abrazo