Hay
personas que viven situaciones injustas y en ocasiones dramáticas,
causadas por otras personas. Y hay personas que escriben artículos
en los que se acusa duramente a los causantes y que resultan
balsámicos para las víctimas, porque describen, de modo general,
las situaciones que viven y les refuerzan la convicción de que
tienen razón.
A
veces ponen una dirección de contacto y las víctimas, ansiosas por
resolver su situación recurren a ellas. Y es entonces, cuando con
demasiada frecuencia se llevan la sorpresa de que si quieren ser
ayudadas han de pasar por caja previamente. En ocasiones se deriva a
la víctima a un familiar, sin advertirle de tal circunstancia.
Conviene advertir que el hecho de que se pague por recibir ayuda no
significa que esa ayuda vaya a servir para algo.
Las
víctimas, además, suelen tener poca capacidad de maniobra. Una vez
que han pagado un dinero, si se sienten engañadas, no tienen ninguna
posibilidad de recuperarlo. Quienes lo han cobrado suelen ser mucho
más poderosos, de modo que si las víctimas establecieran alguna
especie de pugna lo más probable es que pasaran a ser doblemente
víctimas.
También
hay víctimas que acuden a un juez en busca de justicia y el juez no
sólo se la deniega, sino que las acusa, por la cara, de hacer algo,
pero sin argumentar en qué basa su acusación, y además las amenaza
con males mayores.
Aquello
de “todavía hay jueces en Berlín” no puede darse en España y
esa sería la meta que habría que buscar.
En
España hay mucha gente indefensa, a merced de todo, y también de
las falsas promesas. La meta, si hubiera partidos serios en España,
debería ser que la justicia fuera tan independiente que cualquier
persona se supiera capaz de poderle ganar un pleito a un poderoso. A
partir de este punto probablemente cambiarían, para bien, muchas
cosas.
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