domingo, 18 de enero de 2015

Mercenarios de la solidaridad

Hay personas que viven situaciones injustas y en ocasiones dramáticas, causadas por otras personas. Y hay personas que escriben artículos en los que se acusa duramente a los causantes y que resultan balsámicos para las víctimas, porque describen, de modo general, las situaciones que viven y les refuerzan la convicción de que tienen razón.
A veces ponen una dirección de contacto y las víctimas, ansiosas por resolver su situación recurren a ellas. Y es entonces, cuando con demasiada frecuencia se llevan la sorpresa de que si quieren ser ayudadas han de pasar por caja previamente. En ocasiones se deriva a la víctima a un familiar, sin advertirle de tal circunstancia. Conviene advertir que el hecho de que se pague por recibir ayuda no significa que esa ayuda vaya a servir para algo.
Las víctimas, además, suelen tener poca capacidad de maniobra. Una vez que han pagado un dinero, si se sienten engañadas, no tienen ninguna posibilidad de recuperarlo. Quienes lo han cobrado suelen ser mucho más poderosos, de modo que si las víctimas establecieran alguna especie de pugna lo más probable es que pasaran a ser doblemente víctimas.
También hay víctimas que acuden a un juez en busca de justicia y el juez no sólo se la deniega, sino que las acusa, por la cara, de hacer algo, pero sin argumentar en qué basa su acusación, y además las amenaza con males mayores.
Aquello de “todavía hay jueces en Berlín” no puede darse en España y esa sería la meta que habría que buscar.
En España hay mucha gente indefensa, a merced de todo, y también de las falsas promesas. La meta, si hubiera partidos serios en España, debería ser que la justicia fuera tan independiente que cualquier persona se supiera capaz de poderle ganar un pleito a un poderoso. A partir de este punto probablemente cambiarían, para bien, muchas cosas.

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