domingo, 8 de febrero de 2015

Elogio de la soledad

La soledad nunca falla, no importuna, no presiona para que se piense de esta o aquella manera, no da prisa, no interfiere, no malinterpreta, y sin embargo se la teme.
Los hay que con tal de ser aceptados en un grupo, o por miedo a ser expulsados de él, actúan en contra de lo que creen correcto. En este sentido, convendría recordar que según Sócrates, o según la genial interpretación que Platón hizo de él, todo el mundo sabe en su fuero interno qué es lo correcto y qué lo incorrecto, con la salvedad, dicho sea de paso, de los psicópatas, que se rigen por un código diferente.
A la vista de lo anterior no queda más remedio que convenir en que quienes se someten al dictado de un grupo pagan un precio que excede a los beneficios que supuestamente reciben por pertenecer a él. Porque eso de creer que uno no está solo no deja de ser una ilusión. Todo ser humano está solo frente a eso que llamamos conciencia y que vendría a ser como ese conocimiento innato de lo que está bien y está mal.
Ningún componente de un grupo cuya moral esté por encima de la conciencia individual de sus componentes podría resistir una charla con Sócrates. Cuando alguien se ve obligado a renunciar a su individualidad para poder pertenecer a un grupo hace mal negocio.
Tampoco escasean aquellos que necesitan de un líder que guíe sus pasos. Incluso los hay entre personas dotadas de gran capacidad de raciocinio y mucha cultura, pero se conoce que caminar sin más orientación que la propia brújula les produce vértigo y entonces se dejan guiar por alguien al que le atribuyen unas cualidades superiores a las propias. Le conceden poder, en otras palabras, y ya se sabe que el poder tiende a corromper.
Es muy conveniente saber apreciar las cualidades ajenas y hasta admirarlas, pero sin perder la propia autonomía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy pertinente la reflexión pues presenta una verdad que lo evidenciamos a diario en la vida y en los entornos parentales o políticos.
AnaTeresa