Me
refiero a una persona concreta, pero es evidente que de lo particular
se llega a menudo a lo general. Es decir, es posible que haya más
gente así.
Me
refiero a una persona más que roja, rojísima, o sea, de esas que
teóricamente piensan en los demás. Ya se sabe, los de izquierdas
son más solidarios, mientras que los de derechas piensan en sí
mismos. Pero cuando pienso en rojos y azules mis recuerdos se van
invariablemente al trinquete, en donde presenciaba tiempo atrás las
partidas de pelota valenciana. Juliet de Alginet era un sabio. Se
colocaba con mucha antelación justo en el lugar al que iba a ir la
pelota. El Ferreret de Museros hacía las delicias de los niños. Sus
arranques de genio enfervorizaban al público. Primero se ensuciaba
la camiseta tirándose por el suelo para llegar a las pelotas y luego
se la desgarraba. Sin camiseta parecía un Tarzán. Lo de Rovellet
era aristocracia. Mandaba la pelota a la galería aparentemente sin
esfuerzo. Devolvía todas las pelotas que se le mandaban, por
difíciles que fueran, sin despeinarse. Supongo que el color de la
faja de cada bando, azul o rojo, se sortea antes de empezar. Pero me
he ido por las ramas, en homenaje a Carlos Pajuelo, sin duda, que lo
hace sin perder nunca de vista el tronco. He de regresar al rojo de
la persona de la que hablo.
Muestra
una erudición digna de encomio y su educación puede catalogarse
como exquisita, salvo que llega un momento en que uno se da cuenta de
esas exquisiteces están destinadas a un público concreto. El
elitismo tiene poco que ver con la solidaridad, pero a ciertas
alturas uno ya está acostumbrado a los encajes de bolillos. Eso de
ser solidario, pero elitista; rojo, pero azul; etc.
Llegó
un momento en que alguien cometió un error de esos de Internet.
Cada espacio de la vida tiene sus errores propios. Los carniceros
tendrán los suyos; y los farmacéuticos; y los veterinarios (sé de
uno que le mano en el culo a un burro y se le quedó el reloj
dentro); y los presidentes del gobierno (Adolfo Suárez encumbró a
Fernando Abril Martorell); etc. La persona a la que me refiero
aprovechó el error para poner en evidencia su bilis. Ni comprensión,
ni perdón, ni nada que se le parezca. Se trataba de un error que
otras personas seguirán cometiendo en el futuro, sin que apenas
tenga trascendencia.
1 comentario:
Gente que señala los errores, no con delicadeza y para que se corrijan, sino para poner en evidencia y avergonzar, si puede, a la persona señalada, las hay de todos los colores, querido amigo. No tiene que ver con la ideología, creo yo, sino con el ego. Eso no quita para que te haya parecido especialmente reprobable en una persona que, por la ideología declarada (que, a saber...)debiera ser más sensible a los fallos que los demás cometan. En fin, la telebasura ha metido mucha ferocidad en las críticas y, al final, la sociedad refleja el efecto del contagio. Saludos cordiales.
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