Ortega y Gasset medía a los seres
humanos según su capacidad para profundizar en la cordialidad.
Me parece acertado y no debe de ser fácil
lo de profundizar en la cordialidad habida cuenta de la gran
abundancia de groserías que se observan a diario.
Quizá alguno alegue que la grosería que
acaba de perpetrar es circunstancial, porque se debe a un motivo
concreto o va dirigida a una persona determinada. Las cosas no son
así. Si se sigue la pista de quien ha hecho una se podrá comprobar
que no tarda en repetir la experiencia. Lo corriente es que quien las
hace ni siquiera sea consciente de ello, sino que su comportamiento,
por verlo también en otras personas, le parezca correcto. Abunda la
gente del montón, claro, aunque muchas de estas personas del montón
se crean especiales. Es que, además de ser del montón, atesoran
grandes dosis de narcicismo. Pero es un dato importante saber que
alguien es grosero. O grosera.
Los hay que perpetran encerronas, e
incluso se procuran cómplices para ello; y se ríen mucho cuando lo
hacen. Ignorantes que son.
Los hay que simulan cordialidad alguna
que otra vez, y se creen cordiales por ello. Profundizar en la
cordialidad es otra cosa. Se simula cordialidad por interés, pero
quien profundiza en ella es consciente de que ha adquirido la
condición humana. Hay que recordar que Aldous Huxley distinguía
entre animales capaces de aprender y seres humanos. Un animal capaz
de aprender es capaz de ganar el nobel de Física, de la Paz o de
Literatura. Un ser humano es otra cosa.
Y ahí estamos, en la cordialidad como
forma de vida, como camino para alcanzar la meta ideal, como medida
para saber con quien nos jugamos los cuartos, o algo más, como vía
de enseñanza.
5 comentarios:
Desafortunadamente, la grosería es mucho más abundante en la vida cotidiana. A ello han contribuido mucho las tv, que han enseñado y enseñan todos los días cómo herir al otro, como atacarlo, desacreditarlo, entrar en su intimidad como el caballo de Atila, sacar lo peor del interior de cada uno de nosotros. Y parece una fiesta. En fin, no te ofendas si te digo que vas contracorriente: hoy la grosería tiene más capacidad de levantar la admiración de las multitudes que una conducta honesta o cordial. Priman las uñas y los dientes. Un abrazo, querido amigo.
En mi opinión, la grosería, como la maldad es propia de personas que no merecen la pena, en tanto que es el resultado de un carácter narcisista y maleducado. Quien sea educado y cordial por mucho que tenga la influencia de la TV, redes sociales o del vecino no se dejará contaminar por una forma de ser que está en contra de sus principios. Y, en definitiva, tampoco suscitará su admiración por aquéllos carentes de respeto y cordialidad.
Buen día, Vicente.
Amigo Vicente: Es que estamos siendo educados, por invasión medioambiental, en la grosería continua y gratuita. Ello es producto de la agresividad que produce el enjaulamiento, la lucha por el espacio vital y el consiguiente desprecio de valores que ya no se reconocen.
Soy de la opinión de que vamos de mal en peor y que esto, sin remedio, acabará como es de prever: una especie más, los homínidos, desapareciendo de este minúsculo habitáculo que es la Tierra.
Sean bienvenidos los siguientes con una inteligencia que elimine los prejuicios, las chorradas y los falsos dioses/símbolos.
Salud
Coincido con Isabel, hoy en día la grosería es lo que se lleva. Afortunadamente, el ser humano es libre de elegir, y por tanto puede desconectar el televisor e ignorar esa avalancha de grosería. Puede dejar de ir al cine, de reunirse con determinadas personas,...el resultado, como siempre, de la libertad, suele ser la soledad. Y hay muchos que, con tal de no sentirse solos, eligen la grosería como acompañante. En fin, Sancho, cosas veredes...
Vicente, gracias por tus permanentes comentarios editoriales que forman parte de la construcción que algunos hacen de un mundo más amable para ser vivido.
Me gustó aquello de ...Los hay que simulan cordialidad alguna que otra vez y se creen cordiales por ello...
Muy bueno, sin clishé alguno.
abrazo desde esta parte de la orilla.
Javier Guardiola
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