Cuando le noto a alguien ese tonillo de
superioridad que se gastan no pocos enseguida pienso en que a Satán
le perdió la soberbia. Es difícil de entender qué criterios se
siguen para considerarse superior. Yo no me considero así con
respecto a nadie, aunque sé que otros son inferiores a mí, pero
esto es cosa. No es que lo sean porque carezcan de una o otra
cualidad, sino porque ellos mismos lo han decidido. Me refiero, como
cualquiera habrá adivinado ya, Otegui, a los que dicen estuvo en la
cárcel por motivos políticos, a todos los etarras en general y a
los cómplices activos y pasivos de los etarras. ¡Hay gente que
decide ser inferior a los demás!
Se da el caso también y no es difícil
de observar que quienes se gastan ese aire de superioridad con unos,
indefectiblemente, se muestran sumisos y complacientes con otros, con
lo que vienen a demostrar que viven una vida impostada. Nunca se
bajan de su papel, porque si lo hicieran ya no podrían recuperarlo,
puesto que ya habrían dado a conocer su verdadera faz, no importa el
número de personas que lo viera.
Hay cualidades que no sirven para medrar,
pero si no las cultivara nadie la humanidad no podría sobrevivir.
Las personas que las poseen, porque han querido, no piden nada a
cambio, muchas veces ni siquiera se reconoce su labor y ellas saben
que es así y, no obstante, continúan con su labor benefactora. Y a
menudo han de soportar que hayan quienes las miran con aire de
superioridad, que en estos casos se puede decir claramente que
procede de la ignorancia.
La soberbia va acompañada
indefectiblemente por la envidia, y los hay que están dispuestos a
reconocer su soberbia, porque creen que tiene alguna base, pero jamás
admiten la envidia, y aquí vuelven a demostrar ignorancia.