lunes, 8 de agosto de 2016

Amigo Gustavo Bueno

No es necesario conocer personalmente a alguien y ni siquiera haber seguido al detalle sus publicaciones para considerarlo amigo. De hecho, había leído algunos libros de Gustavo Bueno y sabía de la admiración que José Sánchez Tortosa, que ha publicado una excelente necrológica en El Mundo, sentía por él, pero no le dediqué una atención especial.
Ha sido ahora, con motivo de su muerte, que he visto fragmentos de vídeos en los que se recogen algunos de sus debates cuando me he percatado de su dimensión humana.
Soy consciente de que para buscar la verdad hace falta mucho valor y no sé si Gustavo Bueno lo tuvo. Tendré que indagar sobre el particular. He visto en los vídeos que no le gustaba es que le tomen el pelo. A pesar de que sabía tanto y debía de estar al corriente de que en esta vida abundan los que se montan una ficción y luego viven de ella, como si fueran personas decentes, él, todo un filósofo, reaccionaba de modo primario ante las falacias, medias verdades o inventos con apariencia de verdad. En definitiva, no sé si fue capaz de buscar la verdad, pero no le gustaba la mentira.
En uno de los vídeos que he visto debate con Santiago Carrillo, al que a partir de cierto momento mira como se mira a quien intenta pasarte gato por liebre. Gustavo Bueno ya había dado en el debate muestras de su inteligencia y de su dominio de la historia y de los conceptos, pero Santiago Carrillo persistía en su intención manipuladora. ¿Cómo lo tenía que mirar? Observar esa mirada hace sonreír. Es algo sensacional.
En otro debate con Manuel Fraijó y José Antonio Marina se percibe que ellos tratan de aprovechar esas reacciones primarias de Gustavo Bueno para sacar ventaja ante los espectadores; José Antonio Marina no duda en recurrir a los golpes bajos, para conseguir mediante esos recursos ajenos a la cuestión lo que sabía que le iba a resultar imposible argumentalmente. Pero lo importante no era si Fraijó y Marina parecían más sosegados y Bueno más vehemente, sino el discurso de los tres. Y ahí la cosa estaba clara.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gustavo Bueno ha sido para mi un maestro que me ha enseñado pensar de forma crítica e independiente, sin dejarme llevar por ningún aleccionamiento previo, cosa por otra parte harto dificil y que no siempre he conseguido aunque lo he pretendido en todas las ocasiones en que me he enfrentado a ideologías, creencias y juicios de valor sobre cuestiones vitales de mi existencia y de mi pensamiento.

Dos de sus obras me han marcado especialmente, "El animal Divino", sobre una interpretación materialisa del origen de las religiones, y la naturaleza de la religión misma, y "Fundamentalismo democrático" que me ha sido muy útil en mi paseo por la política, donde siempre he sido un tanto idelista y bastante cándido respecto a la virtualidad y pureza del sistema democrático.

Es para mí una perdida irreparable, pero menos mal que nos quedan sus obras. Las recomiento especialmente a quienes estén interesados en la filosofía y la comprensión del mundo y la sociedad.