Uno que nos mira
por encima del hombro, otro que rehúye
la mirada, el de más allá que se deja fotografiar entre las
estanterías de su despacho, en las que se ven miles de libros que
seguramente ha leído en su totalidad, son tres de las muchas formas
que tienen algunos de marcar distancia, de sentirse superiores a los
demás, lo cual es una estupidez.
El sumamente frágil y el más poderoso
del mundo puede verse en el trance de necesitar el auxilio del
mendigo que tiene cerca. Bastaría con que fuera una posibilidad
teórica para tenerla en cuenta, pero el caso es que es real, como
cualquiera sabe.
Es evidente que la lectura es un refugio
seguro en tiempos de tribulación y una fuente inagotable de
conocimiento y de placeres cuando la vida es de color de rosa, pero
el hecho de haber leído mucho no constituye una garantía de nada,
porque Cervantes jamás pudo tener una biblioteca como esas que se
exhiben a menudo y Sócrates no leyó ni un solo libro.
La sabiduría está en el interior de
cada uno y es ahí donde hay que buscarla. Uno puede tener muchos
conocimientos y ser un necio, como lo prueba la realidad de que
algunos han hecho trampas con el fin de conseguir un Nobel. No sirve
para medrar, ni para que nadie se doble al paso, como les gusta a los
estúpidos que se haga, e incluso puede ser motivo de burlas o de
menosprecio. No me extrañaría nada que un niñato sabihondo, un
deportista multimillonario, o un patán ensoberbecido se burlaran de
un sabio.
Tampoco existe el título de sabio, por
otra parte, y quien presume de serlo, y los hay que lo hacen, no lo
es.
Cuando alguien necesita sentirse superior
al resto es que algo no carbura bien en sus adentros. Está
insatisfecho consigo mismo y trata de contrarrestar este sentimiento
del modo que puede y entonces incurre en el vicio de la estupidez.
2 comentarios:
La condición humana es entretenida. Por lo variopinta, sobre todo. Gracias por lo clarito que escribes, Vicente.
Felicitaciones Vicente.
Los idiotas aparecen por todos los rincones.
Un abrazo.
Publicar un comentario