Esta necesidad de tener la aprobación de
los demás la tienen también, o sobre todo, los terroristas, para
los cuales las demandas de los nacionalistas actúan como coartadas o
excusas para perpetrar sus atentados y para que amplias capas de la
población, las más infames, sientan que está justificado lo que
hacen.
Pero sin llegar a esos niveles de
inmundicia moral, hay un grupo numeroso de personas que sacrifican
parte de sus convicciones con el fin de conseguir la aceptación o el
aplauso de una mayoría lo más amplia posible. Para estas personas,
obviamente, la aceptación está por encima de la moral y del afán
de justicia.
Hay otras personas que van un palmo más
lejos; no es que renuncian a parte de sus convicciones o de su
ideario, es que renuncian por completo a tener convicciones o
ideario. Para estas personas es fundamental la aceptación. No pueden
vivir sin ella y dada esta necesidad su ideario, en cada momento de
su vida, es el de su entorno, el de esas cien, doscientas o
trescientas personas con las que tienen más contacto. Su ideario es
de la media de esas personas y quizá sean capaces de añadir matices
según con quién traten en cada momento. Necesitan esa aprobación
porque en el fondo se saben malas personas y de este modo anulan o
mitigan este sentimiento. Necesitan, además, señalar enemigos e
intentar perjudicarlos.
Todas estas personas que necesitan, más
allá de lo que sería normal, la aprobación ajena sufren mucho
fuera de su zona de confort. Digamos que es muy difícil que logren
sobrevivir si se ven en la tesitura.
Tampoco hay que olvidar a esos otros que
necesitan la aprobación ajena de forma imperiosa, pero sin renunciar
a ninguno de sus postulados o principios y ahí, en este detalle,
chocan con un muro insalvable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario