DIARIO
DE UN ESCRITOR NAIF (2016), VICENTE TORRES
Alicia
García-Herrera
Comentario
crítico
Vicente
Torres es uno de esos autores a los que podríamos calificar como
resilientes literarios. Lo es porque sigue escribiendo cada día pese
a la ausencia de público.
No
es escasa la obra de este escritor, crítico literario en Las
Provincias y en Periodista Digital, director del blog Punto de Vista,
colaborador en el blog Vientos de las dos orillas, miembro de
C.L.A.V.E. y, además, donante de sangre y de médula ósea. Dan fe
de ello títulos tan interesantes como 1978. El
año en que España cambió de piel,
que firma junto a Rafa Marí; Valencia,
su Mercado Central y otras debilidades
y Yo
estoy loco,
publicados en la editorial que dirige Julia de la Rúa, fundadora de
Araña Ediciones. Vicente ha participado además en los libros
colectivos Tus colores son los míos, en el libro de arte Enrique
Senís-Oliver y en el libro colectivo Palabras para Ashraf.
En
Diario
de un escritor naif,
(2016), Vicente Torres se convierte en emprendedor literario para
ofrecernos, como él mismo dice, sus experiencias, lecturas y
meditaciones a lo largo del año 2015. Es un año importante para
Vicente, el año de la publicación de 1978 y de su libro sobre el Mercado Central, con participación en las ferias de Madrid y
Valencia, donde alcanza una buena difusión ⸺sale en la tele⸺.
Como
podemos sospechar a tenor de su título, el libro se compone de
trescientas sesenta y cinco entradas, correspondientes a cada uno de
los días del año. A través de las mismas el autor comparte con el
lector sus vivencias y las reflexiones que surgen al albur.
Al
hacerlo, Vicente nos ofrece su particular visión del mundo en que
habitamos. Temas como el capitalismo, la literatura, vicios humanos
como la codicia, problemas como el catalanismo merecen parte de su
atención. Especial interés tiene la entrada del 16 de junio, que
Vicente dedica al profesor Antonio Ubieto Arteta y también a Rosa
Díez.
El
autor no prescinde pese a todo del sentido del humor. Escribe así el
dos de mayo «si se casaran un paranoico y un psicópata, ¿quién
protegería a los hijos que pudieran tener?». No la justicia, desde
luego.
Vicente
Torres nos explica en la introducción de su obra que si el diario se
califica como naif
es porque pretende establecer una diferencia entre aquellas personas
que han nacido con el don de la escritura, ⸺los elegidos por la
Musa por llamarlos de eso modo⸺, y aquellos otros que, como dijo de
sí mismo Vargas Llosa, han de ganar el título de escritor a base de
esfuerzo y constancia. Vicente Torres se considera más cerca del
segundo que del primero. Son muchos los llamados y pocos los
escogidos.
Nos
ofrece el autor una valiosa lección de humildad que debería ser
tenida en cuenta por todo aquel que se acerca al mundo literario con
cierta clase de ínfulas o se califica a sí mismo como escritor sin
haber publicado nada que merezca la pena. Quizás ante todo
deberíamos preguntarnos, como hace Torres, para qué escribimos, si
para dejar constancia de nuestra incapacidad, de nuestros miedos o de
nuestras carencias.
Es
realmente difícil SER escritor. Lo es casi tanto como encontrar a un
chino de pelo rubio y ojos azules. Más difícil aún que ser
escritor es HACERSE escritor. No nos referimos tanto al reto enorme
de suscitar el interés de un editor o agente y publicar en una
editorial convencional ni tampoco a alcanzar el éxito literario,
algo que no necesariamente está reñido con la calidad de la obra.
Nos referimos ante todo a las vicisitudes del propio proceso
creativo, un proceso solitario, duro, tanto como la búsqueda del
Grial. En estos tiempos de inmediatez, de prisa, parece contar más
el resultado que el proceso, de modo que muchos de los que aspiran a
vestir el codiciado traje de «escritor» ⸺no todos por fortuna
pero sí una porción nada desdeñable⸺ decidan apostar menos por
el esfuerzo que por la visibilidad en redes, por la integración en
camarillas dedicadas a la autopromoción o simplemente por salir en
la foto con el escritor de moda. Tal forma de proceder puede ser
eficiente en el corto plazo, el brillo de una estrella fugaz, pero
desde luego enferma la literatura y en el largo plazo la aboca a su
muerte.
1 comentario:
Gracias por compartir, Vicente. Abrazos.
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