domingo, 3 de marzo de 2019

DIARIO DE UN ESCRITOR NAIF, por Alicia García Herrera

DIARIO DE UN ESCRITOR NAIF (2016), VICENTE TORRES
Alicia García-Herrera
Comentario crítico

Vicente Torres es uno de esos autores a los que podríamos calificar como resilientes literarios. Lo es porque sigue escribiendo cada día pese a la ausencia de público.
No es escasa la obra de este escritor, crítico literario en Las Provincias y en Periodista Digital, director del blog Punto de Vista, colaborador en el blog Vientos de las dos orillas, miembro de C.L.A.V.E. y, además, donante de sangre y de médula ósea. Dan fe de ello títulos tan interesantes como 1978. El año en que España cambió de piel, que firma junto a Rafa Marí; Valencia, su Mercado Central y otras debilidades y Yo estoy loco, publicados en la editorial que dirige Julia de la Rúa, fundadora de Araña Ediciones. Vicente ha participado además en los libros colectivos Tus colores son los míos, en el libro de arte Enrique Senís-Oliver y en el libro colectivo Palabras para Ashraf.
En Diario de un escritor naif, (2016), Vicente Torres se convierte en emprendedor literario para ofrecernos, como él mismo dice, sus experiencias, lecturas y meditaciones a lo largo del año 2015. Es un año importante para Vicente, el año de la publicación de 1978 y de su libro sobre el Mercado Central, con participación en las ferias de Madrid y Valencia, donde alcanza una buena difusión ⸺sale en la tele⸺.
Como podemos sospechar a tenor de su título, el libro se compone de trescientas sesenta y cinco entradas, correspondientes a cada uno de los días del año. A través de las mismas el autor comparte con el lector sus vivencias y las reflexiones que surgen al albur.
Al hacerlo, Vicente nos ofrece su particular visión del mundo en que habitamos. Temas como el capitalismo, la literatura, vicios humanos como la codicia, problemas como el catalanismo merecen parte de su atención. Especial interés tiene la entrada del 16 de junio, que Vicente dedica al profesor Antonio Ubieto Arteta y también a Rosa Díez.
El autor no prescinde pese a todo del sentido del humor. Escribe así el dos de mayo «si se casaran un paranoico y un psicópata, ¿quién protegería a los hijos que pudieran tener?». No la justicia, desde luego.

Vicente Torres nos explica en la introducción de su obra que si el diario se califica como naif es porque pretende establecer una diferencia entre aquellas personas que han nacido con el don de la escritura, ⸺los elegidos por la Musa por llamarlos de eso modo⸺, y aquellos otros que, como dijo de sí mismo Vargas Llosa, han de ganar el título de escritor a base de esfuerzo y constancia. Vicente Torres se considera más cerca del segundo que del primero. Son muchos los llamados y pocos los escogidos.
Nos ofrece el autor una valiosa lección de humildad que debería ser tenida en cuenta por todo aquel que se acerca al mundo literario con cierta clase de ínfulas o se califica a sí mismo como escritor sin haber publicado nada que merezca la pena. Quizás ante todo deberíamos preguntarnos, como hace Torres, para qué escribimos, si para dejar constancia de nuestra incapacidad, de nuestros miedos o de nuestras carencias.
Es realmente difícil SER escritor. Lo es casi tanto como encontrar a un chino de pelo rubio y ojos azules. Más difícil aún que ser escritor es HACERSE escritor. No nos referimos tanto al reto enorme de suscitar el interés de un editor o agente y publicar en una editorial convencional ni tampoco a alcanzar el éxito literario, algo que no necesariamente está reñido con la calidad de la obra. Nos referimos ante todo a las vicisitudes del propio proceso creativo, un proceso solitario, duro, tanto como la búsqueda del Grial. En estos tiempos de inmediatez, de prisa, parece contar más el resultado que el proceso, de modo que muchos de los que aspiran a vestir el codiciado traje de «escritor» ⸺no todos por fortuna pero sí una porción nada desdeñable⸺ decidan apostar menos por el esfuerzo que por la visibilidad en redes, por la integración en camarillas dedicadas a la autopromoción o simplemente por salir en la foto con el escritor de moda. Tal forma de proceder puede ser eficiente en el corto plazo, el brillo de una estrella fugaz, pero desde luego enferma la literatura y en el largo plazo la aboca a su muerte.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por compartir, Vicente. Abrazos.