viernes, 25 de noviembre de 2022

La inmortalidad

 

Vivir es un acto de la voluntad. Pensar es ser. Tras meditarlo, se decide que valores o principios van a guiar la vida del interesado. No se trata de asumir los que ordenan otros, porque en este caso no se llega a ser. Sólo se consigue de forma individual. Intentar alcanzar el ser mediante la integración en un grupo humano, grande o pequeño es una decisión inútil, porque lo que se logra es estar. Se consigue ser de forma individual y luego ya se puede ingresar en un grupo. A ayudar o a pedir limosna.

Dos amigos, Urquiola de Palacio y Antonio Portero, con los que tengo una inmensa deuda de gratitud, han dicho que expongo mis pensamientos sin filtro alguno. Claro, sólo faltaría que después de haber soportado tanta crueldad a lo largo de tantos años, sin haberla merecido, ni buscado y habiendo tratado de evitarla por todos los medios tuviera que medir mis palabras. Pero el problema no es que yo diga que es blanco lo que me parece blanco, porque si lo dijera de modo dogmático, como hacen todos esos que pretenden imponer marcos mentales a toda conversación, se podría contemporizar conmigo. El problema se produce cuando además de decir que algo es blanco expongo los argumentos por los que creo que es blanco. El conflicto tiene lugar porque en todo grupo humano, profesional, político, intelectual, financiero…, hay subgrupos, tendencias, sensibilidades…, y ese color blanco pueda contravenir los designios de alguno o algunos y no se puedan refutar los argumentos.

Discurrir libremente sin someterse a nada o a nadie es peligroso. O no. Es lo que me ha permitido sobrevivir a tanta iniquidad. Encontrar las ideas justas, las únicas que conducen a ese fin, fue el modo de hacerme invulnerable. Puedo decir que soy inmortal. Moriré sí, y más pronto que tarde quizá, pero las ideas que me han acompañado perdurarán hasta el fin de los tiempos

1 comentario:

Rosa María dijo...

Bravo Vicente!