Sobrevivir al maltrato infantil
Presentación de La del alba, de Vicente Torres
Por Rubén García Cebollero
Un libro es una isla que se ahoga en soledad, cuando no interactúa con su público.
Gracias por acompañarnos con la alegría, el entusiasmo y la plenitud de vuestra presencia.
Nos encontramos ante una narración de resiliencia, una manifestación metafísica, y una acumulación de las impresiones subjetivas de toda una existencia.
En La del alba, percibimos de fondo una infancia terrible, donde la miseria moral provoca años de humillaciones, que se extienden como una sombra sobre la vida posterior, con las consecuencias del trauma (la sordera) y la digestión de su causa.
La voz del narrador desgrana sus memorias para dejar constancia de las maquinaciones que padeció, y gira en torno a las palabras justicia, trascendencia y fe. Hay una dureza evidente en el hecho no ya de que sus padres no le supieran valorar, sino querer.
La voz del narrador durante toda una vida busca el intercambio de opiniones, y la reafirmación ante otros ojos. Así, hay quien sube a los cielos para volar por ellos, y hay quien abre un libro para dejar que el viento antiguo que revolvía la barba pelirroja de Odiseo sople de nuevo. Aquí, para sobrevivir a la traición, al golpe inesperado, y a la envidia, se convocan lecturas como El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, El médico, de Noah Gordon, o la presencia póstuma de Chester Himes en Benisa.
No solo es la literatura, también la música de Les fuilles mortes (escrita por Prévert) en la voz de Yves Montand, o en la de Edith Piaf.
De Simenon cita Tres habitaciones en Manhattan, y de Chester Himes La tercera generación. El narrador sospecha que la mayoría de la humanidad anda “sedienta de sangre”. Al comisario Maigret llega por vía de Julián Marías, y las conversaciones con Ignacio, y con Leonor, con sus creencias, desde la medicina y la aeronáutica.
Dijo Delibes que una novela es un hombre, una pasión, un paisaje. En La del alba, se nos habla del territorio de la infancia, y se nos dice que cuando la pareja sobrevolaba “El peñón de Ifach, la sierra de Oltá, Bernia, la Solana, y un poco más hacia el interior, El Caballo Verde” no solo les resultaban imponentes sino mágicos.
Chester Himes está enterrado en Benisa. No me resisto a apuntar mi recomendación: “Por amor a Imabelle”. Un libro “mal escrito” suele estar lleno de clichés, de lugares comunes, que llevan a la banalidad. No resulta fácil jugar con temas, ecos, citas en esa lucha constante, literaria, contra el cliché que obliga a una dieta estricta, y una severa disciplina. En La del alba aparecen el dolor, y la perversión, tanto en los acontecimientos y contenidos cuanto en las escenas, los personajes y su estilo, pues son sus frases, sus combinaciones de palabras, las que deben narrar la deficiencia, el trauma, la verdad, creando el interés a la manera de Vicente.
En El callejón de los milagros, Naguib Mahfuz escribió que Dios no hace nada que no sea sabio, y la sabiduría es bondad.
Hablarles de La del alba exige mencionar a Fernando Iwasaki, y lo haré recordando su España, aparta de mí esos premios, donde escribió: “aunque es cierto que la finalidad de la literatura no es decir la verdad sino narrar algo verosímil, la vida cotidiana está colmada de numerosos sucesos inverosímiles sobre los que nadie quiere escribir para no parecer oligofrénico. No permitas que la coherencia de la ficción te impida narrar la esperpéntica realidad”.
En La del alba, Vicente nos cuenta que rompió una novela, que al escribirla tuvo que imaginar el modo de relacionarse entre sí de los personajes y qué los separaba y qué los unía, y que la inteligencia social es una herramienta para entender el mundo.
Entre las voces que encuentran eco en La del alba aparece la de Ana María Matute, desde Aranmanoth, que dice que: “los manipuladores no quieren que seamos felices. Ni los acosadores”. El narrador de La del alba ha sentido todo el odio de la humanidad sobre su cabeza, que la existencia de Satanás prueba la de Dios, y que la mejor persona a la que conoció jamás fue su tía Virtudes.
Volvemos a Iwasaki y su paseo con Vicente: “si frotas las hojas del molle (el lentisco) advertirás un olor muy intenso y especial”. Al narrador le emociona ver las tierras rojas o lomas y valles en las laderas abancaladas y cultivos de vid, almendros, olivos y algarrobos.
Por Fernando Iwasaki, descubrimos en el Epílogo, que el relato El gen superviviente se incluye en la “novela”, dividido en tres partes, y que los personajes nacen en 5 de junio para homenajear el cumpleaños de Fernando, que nació el mismo día, en el Perú, en Lima, de hace ya seis décadas.
En el poema “Episodio de infancia” de Los expedientes de la madrugada, el poeta Felipe Benítez Reyes canta: “En medio de aquella tenebrosidad dorada/ en mitad del vacío, hablaba el universo”. El poema parte de un suceso anecdótico: “se fue la luz en la casa de
campo”. En La del alba, la ausencia es el sonido. No puede oírse el mundo. Lo que causa el trauma, frente al entorno hostil, igual que el exilio de las Tristes y pónticas de Ovidio. Allí había una Roma que se pierde, de la que Augusto expulsa al poeta, y en La del alba hay una vida que pudo ser distinta, y no lo fue.
La poeta Louise Glück, que en paz descanse, en su poema “Puerta sin pintar”, del poemario Las siete edades, canta el siguiente verso:
“Recuerdo mi infancia como un prolongado deseo de estar en otra parte”. En La del alba ese deseo lo causa el dolor, el silencio, la consciencia que el mal no sucede solo porque haya malas personas sino porque, a veces, las buenas personas callan, y no quieren ver ni oír. Tal vez porque no hay tantos don Quijotes que salgan, con La del alba, a vivir, sobrevivir y caminar con la necesaria caballerosidad.
Así que: lean, y sean buenos. Tanto como puedan o les dejen.
Rubén García Cebollero
21.01.24
6 comentarios:
Muy interesante. Dan ganas de leerlo por las referencias...
Fascinante libro de Vicente Torres. Su lectura resulta muy interesante y el talento del autor destacable. Absolutamente recomendable.
Es la lucha del mal contra el bien relatada por quien, como El Quijote, no dudaba en luchar guiado por su alma noble.
Es una magnífica presentación. Enhorabuena.
Felicitaciones Vicente querido, por materializar a través del poder de la palabra escrita, lo que de otro modo sería imposible conocer para reflexionar sin genuflexar a ésta lascerante realidad social. Bravo! Abrazo desde Quito Ecuador
Felicidades, Vicente. "La del alba" sigue volando y dando testimonio de una infancia, la tuya, que causa escalofríos y hace pensar. Muy buena reseña.
Enhorabuena Vicente por La del alba y gracias por esta reseña que pone en perspectiva el calado de tu novela de tinte autobiográfico. Ojalá llegue a todas partes ...
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