jueves, 22 de noviembre de 2012

Prostituta y madre

Años atrás, yo aún veía la televisión, de modo que algunos recuerdos me quedan. Uno de ellos se refiere a una prostituta a la que hicieron dos preguntas para alguno de los programas de actualidad. Tenía un hijo drogadicto en la cárcel, por ciertos delitos que había cometido. Y parecía que era habitual, o sea, que encadenaba las condenas.
La buena mujer dijo que mientras su hijo viviera lucharía por él. Y ese es el detalle por el que merece que permanezca en mi recuerdo. Y es que hay personas despreciadas que tienen el corazón mucho más grande que otras a las que se puede catalogar de presuntuosas.
Aunque hay gente que se niega a aceptarlo, hay padres y madres que odian a sus hijos, o a alguno de ellos. Alice Miller es una escritora que habla de esto en sus libros. Cuando vivía y, por tanto, podía mantener su web, recibía en ella multitud de testimonios en este sentido.
Cuando los padres se empeñan en hundir a un hijo suelen conseguir sus propósitos. Juegan con todas las ventajas del mundo. Sus hijos los necesitan y los quieren y confían en ellos. Pero no siempre tienen éxito. Algunas de las víctimas se percatan de la trampa en la que están metidas y luchan. Quizá estos son los que más suerte tienen. Acaso no haya nada peor que tener unos padres malos, porque en este caso se asume y se hace propia su maldad. Por lo menos, quien lucha y sale de ese ambiente adquiere otra forma de pensar y de ser.
Como en este caso se trata de una madre, la prostituta, que quiere a su hijo de todo corazón, conviene fijarse en ellos dos. El hijo probablemente no tuvo opciones en la vida y es posible que su madre fuera la única persona que lo tratara con afecto y cariño. Y puestos a pensar bien, que es lo que toca, acaso gracias a ese cariño de su madre fuera él buena persona. Conviene recordar en este caso a esos señorones o señoronas, henchidos de poder, cuyo corazón es pétreo.
Esas madres (y esos padres) que intentan dañar a sus hijos buscan coartadas y justificaciones para sus actos. Pero aun en el caso de que encuentren muchos, siguen siendo canallas. La citada prostituta era de otra pasta.

4 comentarios:

María Jesús dijo...

Asistimos con desesperación a situaciones como la que mostraba una noticia de hace un par de días, donde una madre decía que había matado a sus dos hijos "para que no sufrieran". Al margen de que ella pueda verdaderamente creer algo así, yo creo que las cosas irían a mejor si los padres nos esforzáramos más en dar mucho amor y en ofrecer el mejor de los ejemplos a nuestros hijos, porque seguramente quienes son capaces de odiar a sus hijos es porque se ven reflejados en ellos como en un espejo.

Joana dijo...

Me he quedado sorprendida al leer el artículo. Sobre todo porque se da por sentado que los padres quieren a sus hijos, lo cual sabemos que no es cierto. ¡Cuántos hijos han sufrido y sufren por tener unos progenitores que les ignoran! El dolor de un hijo despreciado, que se siente solo y un bicho raro es un tema del que poco se habla. Existen sentencias "como una madre no hay nada", es cierto, pero ¿qué pasa con ese niño que no pidió nacer y que no recibe lo más importante: amor?

Joana dijo...

Excelente artículo, insisto. No imaginas la de casos que conozco que "matarían" por tener esa madre prostituta que les quiere con todo su corazón.

Isabel Barceló Chico dijo...

Buena reflexión, Vicente. Nuestra sociedad cataloga a las personas respecto a una conducta social que suele dejar fuera la conducta de las personas dentro de su propia familia, algo que tu has desvelado en este artículo. La familia constituye una especie de ecosistema en el que se dirimen muchas tensiones que afectan a toda la sociedad. No sé si existen estudios serios sobre el tema, pero qué viejo es... Pienso en Caín y Abel y ahí está claro que los padres son capaces de amar mucho a unos hijos y de odiar a otros sin que podamos conocer el motivo, pero no hay duda de que aquel preferido por el padre pasará siempre por el bueno mientras el otro siempre aparecerá como el malo.
Un libro que me gustó mucho cuando lo leí, hace muchísimos años, fue "Al este del Edén", de John Steinbeck donde se refleja abiertamente ese problema.