miércoles, 5 de septiembre de 2018

Bandarras de cutis fino

Se les puede llamar tranquilamente bandarras puesto que aunque presuman de poseer altos valores éticos, en realidad para ellos todo se resume en conseguir gran relevancia social y situarse en buen puesto en la manada a la que se sumaron en su día.
Señoritos de cuello blanco, de mirame y no me toques, que se apoyan unos a otros y se dejan admirar por grupos más amplios, a los que no obstante mantienen a distancia, puesto que son elitistas, aunque tratan de parecer lo contrario. A veces ven la decrepitud a su alrededor, pero son ellos quienes la llevan dentro, sin duda causada por su índole narcisista y caprichosa.
Los hay que asisten impávidos, cuando no aplaudiendo, a las arbitrariedades de sus machos alfa y luego critican las arbitrariedades de otros, generalmente políticos del bando rival o personajes públicos. Algunos se declaran ateos y hacen bandera de su honradez por tal motivo. Nótese la ausencia de autocrítica en todos los casos. Dan por sentado que lo que hacen ellos es lo correcto, percepción esta que se refuerza al ver que el resto de miembros de la manada hace lo mismo y piensa igual. Otros van a misa y generalmente se les nota, aunque estén fuera de la iglesia. Cuando asisten a algún oficio religioso se les nota más. Sería interesante saber qué idea tienen de Dios. Si se les pudiese obligar a que explicasen eso en un folio o dos quizá nos llevaríamos la sorpresa de que puestos a elegir entre Dios y el macho alfa de sus manadas preferirían a este último. Seguramente, los primeros sorprendidos serían ellos al darse cuenta, pero esto no cambiaría nada.
El mundo de los bandarras es variopinto y entretenido y ni qué decir tiene que cuando las traiciones las perpetra alguno de los suyos no las tienen como tales. Y si se les interpela sobre ellas niegan que sean traiciones.