María Jesús Díaz Pérez
El Fluir de la Vida
AUTOR: VICENTE TORRES
Muchas gracias, querido Vicente, por tu invitación y por tu confianza para participar en la presentación de tu último libro “El Fluir de la Vida”. Es para mí, de verdad, un honor poder intervenir en este acto de presentación y en el debate que con toda seguridad surgirá a continuación.
Es un placer compartir este momento con todos ustedes, y les agradezco también su presencia.
No voy a esconder que yo admiro profundamente a Vicente. Nos conocemos hace ya unos cuantos años y su bonhomía y su espíritu luchador me han conmovido siempre. Digo conmovido porque habitualmente mis conversaciones con él han sacudido mi intelecto y también mis emociones.
Como decía, nos reúne aquí la presentación del último libro de Vicente Torres. Según mi punto de vista, el relato ofrece algunas singularidades. Trataré de explicarme. Vicente, corrígeme si me equivoco, por favor, pero después de la presentación aquí en Madrid hace unos meses de tu libro “La Del Alba”, mantuvimos en varias ocasiones unas conversaciones donde yo te pedía que valoraras la posibilidad de poder mostrar a tus lectores la necesidad de contar que se puede salir de situaciones extremas, que existe en nuestro interior la capacidad de aceptar la vida tal y como se presenta y, sin que eso signifique ahorrarse sufrimientos (o precisamente por ello) poder contar que se puede salir exitoso del envite del azar, del comportamiento de los demás y de un aparente destino cruel.
Animar (de infundir o dar ánimo) a otras personas que se puedan sentir identificadas con las situaciones que tú presentas y que has vivido en carne propia. Situaciones terribles que van más allá de la negligencia y que han bordeado la criminalidad, si acaso no han entrado de lleno en ella. Como dices en uno de los capítulos, “después de haber logrado sobrevivir tenía la obligación de contarlo”. Me alegro mucho. He querido reconocer algo de lo que hablamos entonces entre estas líneas. Ya me dirás.
En todo el libro no encontrará el lector una palabra de rencor, menos aún de odio. El único resentimiento que permanece en él es el reproche que se atribuye a sí mismo por no haber sabido tratar a su adorada tía Virtudes y es que ese trato que le dispensó “no se lo quita nadie”.
El sueño de la razón produce monstruos, según nos enseña el aguafuerte del genial pintor español Francisco de Goya, pero Vicente dedicaba todas las horas que podía a utilizar la razón, no la dejaba adormecerse. Pensaba, pensaba y pensaba.
La lectura de “El Fluir de la Vida” nos adentra en una grácil mezcla (sin agitar) de retratos a todo color de personas y paisajes de la vida del autor en su infancia, adolescencia y etapas más actuales, y su relato transparente de recuerdos envuelve un auténtico legado dirigido a familiares, amigos y conocidos. El autor mira hacia atrás para mostrar escenas vividas, pensadas y convenientemente digeridas, nunca sin masticar.
También merecen capítulos del libro ciertos círculos o grupos de personas como las que conoció en la asociación MENSA, de personas superdotadas, o de grupos intelectualmente activos como “Nuestra Tertulia”, donde también ha encontrado personas que han significado mucho en su vida. En el libro conoceremos sus nombres e historias.
El autor se sitúa del otro lado de la cámara, y al enfocar cada escena nos pide que resaltemos nuestra espiritualidad, que pongamos empeño en construir nuestra identidad, que no perdamos los valores de la justicia, la honradez, la bondad, el valor o la amistad, que no rehuyamos la libertad que se encuentra en la mente de todas las personas.
Los errores son hechos, no se puede volver atrás y cambiar, pero (y cito textualmente) si uno se diluye a causa de la cobardía, su alma o su espíritu, su esencia, muere, aunque su cuerpo vive. Ya no es él, puesto que ha renunciado a SER para seguir vivo. Para solo estar.
El autor aprendió a vivir con los complejos, a aceptarlos y convivir con ellos. Aprendió la clave para el crecimiento espiritual apartándose de la acera por donde discurren (además de los patinetes) el odio y el laberinto sin reclamar ningún tipo de reparación moral. Aquí se encuentra, a mi juicio, la grandeza del trasfondo de la obra. La conducta es siempre consciente, pero el comportamiento puede ser también inconsciente. Fluir es aceptar. Hay cosas que podemos cambiar y otras que no. “Fluir de la vida” adopta el matiz de “fluir con la vida”, dejar que la corriente que empuja el agua dibuje con el tiempo los meandros del río. Las rocas contra las que choca el agua en su fluir en ocasiones las coloca el azar, en ocasiones sabemos dónde nos conviene moverlas.
Muchas gracias.
1 comentario:
Fue una tarde maravillosa, lo pasamos fenomenal. Gracias.
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