jueves, 23 de mayo de 2024

Los patanes y Confucio

 

Todo goce es espiritual. Cuando se produce sin ninguna intervención del espíritu, es perverso, grosero y a un paso del sadismo, si no inmerso en él.

El mejor modo de disfrutarlo plenamente es conservar la limpieza de corazón, la ingenuidad infantil. La persona que no es limpia de corazón no puede aceptar que otros sí lo sean y supone en ellos intereses mezquinos, como son los suyos propios, y los da por ciertos.

La ingenuidad se acaba en un momento u otro, pero queda la posibilidad de cultivarla. Hay que tener una mentalidad muy fuerte para ello, porque si previamente se había acabado es a causa de los golpes recibidos, de modo que cultivarla supone aceptar que se van a recibir unos cuantos más.

La mentalidad fuerte solo se consigue cultivando el espíritu, dando importancia a las cosas que realmente son buenas para él y dejando de lado a las que no lo son.

El cultivo que la ingenuidad es la garantía de que se van a recibir golpes muy duros, pero es el único modo de disfrutar al máximo los regalos que nos hace la vida.

Solo un hipotético Dios puede tener el alma totalmente limpia. Un mortal puede y debe aspirar a tenerla todo lo limpia que pueda. Cuando se da el caso, el goce es intenso, lo que induce a imaginar cómo sería si existiera el cielo y lograra acceder a él.

Ahora bien, todo jardín tiene sus límites y el de la ingenuidad no iba a ser una excepción. Esperar que un patán actúe de forma noble cae claramente fuera de las lindes.

Confucio, que nos precedió en dos milenios largos, no era ningún patán, sino un pensador fino: «si odias a una persona, entonces te ha derrotado».

Un patán no cultiva ningún jardín, o no lo cultiva bien, porque en su propiedad crecen la desvergüenza, la envidia, el rencor, la soberbia…, que luego le obligan a justificarse ante sí mismo, lo que solo puede conseguir haciéndose trampas.

5 comentarios:

eguster dijo...

Excelente reflexión. Como de costumbre. Gracias, Vicente

Anónimo dijo...

Me gusta

Anónimo dijo...

Excelente reflexión, querido Vicente. Me has recordado a tu sentir por la tía Virtudes.
Pone anónimo pero soy María Jesús

VICENTEALMENARCLIMENT dijo...

Muy acertada tú reflexión, Vicente. La ingenuidad se atribuye a la niñez, pero es verdad que hay almas bonachonas que la llevan consigo hasta su último día. Es preferible ser un ingenuo que pasarte la vida cavilando por donde vienen las balas, o a quien disparar las. Enhorabuena, querido Vicente. Abrazos.

MAGISTER dijo...

Es más fácil que te malee la vida que cultivar la ingenuidad , pero no deja de ser una aspiración noble. El olvido ayuda a no regodearse en el daño que te han producido.